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jueves, 23 de diciembre de 2010

SOBRE "LOS CÍNICOS NO SIRVEN PARA ESTE OFICIO" DE RYSZARD KAPUSCINSKI



“Los cínicos no sirven para este oficio”. Una frase a la que acompaña el subtítulo de “Sobre el buen periodismo” que nos contextualiza definitivamente la situación en la que nos encontramos. Se trata de un consejo o una opinión que marca el camino a seguir de cualquiera que se quiera dedicar al periodismo. La puede pronunciar cualquiera (más hoy en día que tanta polémica hay con el periodismo que es ético y el que no lo es), desde el profesor de la más remota facultad de Ciencias de la Comunicación del mundo hasta el periodista más experimentado que decide dejar, si esa es la palabra adecuada, la profesión, pasando por ese estudiante que se acaba de sacar la carrera y empieza a dedicarse plenamente al oficio del periodismo. La puede pronunciar cualquiera, sí, y pueden ser más o menos escuchadas sus palabras. Pero lo que la hace especial, tanto como para que en su día sirviera para titular un libro, es que la pronunció alguien que nunca se dejó llevar por la divagación de la palabra, que tuvo una línea de pensamiento muy clara y que supo transmitirla con siete vocablos bien simples. Y es que esa frase nació de un mito del periodismo: Ryszard Kapuscinski. Es aquí cuando la cosa cambia, pues no la dijo un cualquiera, sino que fue dicha por un buque insignia de la profesión. Por lo tanto como consejo, dada la eficacia que tuvo en su trayectoria, merece ser escuchado.

En esta obra del periodista polaco ya fallecido, en la que se recogen una entrevista hecha por Maria Nadotti, otra realizada por Andrea Semplici y un encuentro que tuvo con John Berger, huele a periodismo. En cada página que el lector absorbe para después dejar atrás cuando la siguiente se abre paso se perciben la experiencia y las conclusiones que de ella nacieron en Kapuscinski. Porque adentrarse en este libro significa abrirle las puertas a una serie de valores que el periodista trata de transmitir creyendo que son los que alguien que se quiera dedicar a esa profesión debe tener. Y todos giran entorno a esa frase que sirve para titular el libro. Porque para Kapuscinski el periodista es un simple fotógrafo de la realidad que se ha de encargar de transmitir historias, de contar lo que pasa en el mundo a aquellos que quieran escucharlo. Pero para poder fotografiar la realidad quienes la protagonizan tendrán primero que aceptar ser fotografiados. Y es ahí donde el cinismo que critica el protagonista del libro no tiene cabida. Es ahí donde, de la mano de la empatía, el periodista ha de buscar la historia, encontrarla y poder ser partícipe en cierta forma de ella para finalmente apretar el botón de la cámara y poder retratar la actualidad. Y también, de la mano de esa misma empatía, sabrá entender lo que el pueblo quiere leer, quiere que le cuenten, y sabrá servírselo en bandeja. Para Kapuscinski hay que ser buena persona para ser periodista. Porque el periodista se hace, se forma de esas historias que retrata y de la gente que luego se interesa en leerlas. El periodista, además, tiene que dar voz a aquellos que ya han aceptado su afonía permanente, a los menos favorecidos. Y en base a ese pensamiento que en las entrevistas que forman este libro Kapuscinski transmitió es como, según él, debe de ser cualquier persona que se dedique a esa profesión a la que tanto amó y se entregó él.

Pueden ser más cuestionables o menos sus consejos y el camino a seguir que marca. Puede considerarse más novedosa o más anticuada su forma de pensar, más o menos romántica o quizás pura utopía hoy día, puede creerse que de sus palabras tan sólo brota prepotencia al identificar “el buen periodismo” y el único modelo válido con su concepción del periodismo, pero lo cierto es que si esa forma de ejercer le valió para llegar a la élite periodística, debe como mínimo servir para replantear todo pensamiento de quien hoy día quiera dedicarse a esta profesión, más allá de las conclusiones posteriores que pueda o no sacar. Y es que, por muchos años que pasen, la atemporalidad de los consejos que Kapuscinski da en las 124 páginas que componen “Los cínicos no sirven para este oficio” es suficiente para que cualquier periodista de este siglo o del que viene se pare un momento a adentrarse en la historia y la forma de hacer del autor polaco, resumidas en este libro de lectura breve y ágil, y se empape de la experiencia del que fue y será un grande del periodismo más reciente.

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