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lunes, 29 de noviembre de 2010

RETRATOS: HUMA JAMSHED



Huma Jamshed probablemente sea un nombre que en la mayoría cause indiferencia. Es una de aquellas personas que en apariencia no existe, pues pasa desapercibida en los medios. Y es que a Huma Jamshed la podríamos situar en la frontera que hay entre el anonimato y la fama y la popularidad social. Si tuviera que etiquetarla para que la gente no perdiera su tiempo en divagar acerca del porqué de todo esto y se hiciera una idea de quién es con la máxima brevedad posible, les diría que es la fundadora y presidenta de la ACESOP (Associació Cultural Educativa i Social Operativa de dones Pakistanís). Pero sería cruel limitar su pasado, su presente y su futuro sólo a eso. Con el objetivo de que pase a formar parte de la conciencia colectiva de la gente mi compañero, Bernat, y yo nos dispusimos a entrevistarla, a conocerla y a que se dejara conocer, a entenderla, a profundizar en ella.

Su historia nos llegó a Bernat y a mí por casualidades de la vida y, tras valorarla a ella y a todo lo que le rodea, consideramos que era la candidata perfecta para empezar a desarrollar nuestro instinto innato de entrevistar, de darle vía libre a la voluntad de empaparnos de la gente que nos rodea y que se expande como el gas por el mundo en el que vivimos. El atractivo de conocer su historia era innegable. Porque la historia, al fin y al cabo, la componen esas pequeñas peculiaridades de cada persona y cómo se interrelacionan entre sí, y es de vital importancia conocerlas y exponerlas en el escaparate del mundo. Y es así como nació todo esto, con la intención de conocer, de absorber y de transmitir historias de gente anónima, conocida, popular o famosa que consideramos que tiene algo que decirle al mundo, que tiene algo que contarle y que merece tener un hueco para hacerlo. Es así como cuando el nombre de Huma Jamshed dejó de ser anónimo para nosotros decidimos buscarla. Y la encontramos. Tras varias llamadas e intentos, conseguimos concertar una cita con ella en el local que la ACESOP tiene en el Raval de Barcelona. Y allí fue donde el día 23 de noviembre nos recibió.


LA ENTREVISTA

Llegamos al portal del bloque de pisos donde se encuentra la asociación, en la calle del Carme, poco antes de las 15h, hora a la que hemos quedado con la señora Jamshed. Tocamos al timbre y, unos segundos después, nos abren sin preguntar. Subimos las escaleras, de una apariencia bastante lúgubre, y encontramos ante nosotros una puerta abierta. Entramos. Nos recibe una joven pakistaní que lleva en las manos leche y galletas. Dada la hora, no hubiera estado mal que se hubiera tratado de una manera hospitalaria de darnos la bienvenida. Pero no. No sabe quién somos. Le preguntamos por la señora Jamshed y nos devuelve la pregunta cuestionándose si tenemos cita con ella. Como podemos, a causa de la barrera lingüística, le damos a entender que hemos quedado con ella. Nos hace pasar y nos indica que hemos de seguir el pasillo que hay a su izquierda en línea recta y esperar en la sala que hay al final. Le hacemos caso. Mientras avanzamos, nos quedamos perplejos mirando los cuadros que conviven con la gente que transita por la casa, las inscripciones árabes, todos los elementos colocados intencionadamente, con una función muy determinada, formando, en conjunto, un lugar clásico, cálido y acogedor. Llegamos a la sala, una especie de despacho con vistas a la calle del Carme, no sin antes ver de reojo una habitación situada al lado en la que hay una cama. Inmediatamente nos pasa por la cabeza la idea de que haya mujeres que duerman allí por algún motivo y modificamos la entrevista para incluir este dato en la lista de preguntas. Y esperamos a nuestra entrevistada observando el despacho, presidido por una mesa situada en el centro en la que conviven la bandera de Pakistán, la de España y la de Cataluña. Al lado, bolígrafos, papeles y tarjetas de la asociación, esas mismas que al despedirnos Huma Jamshed nos daría. Y la esperamos. Al otro lado de la casa no dejan de oírse ruidos y voces, señal de que hay más gente, e intento distinguir una que me resulte familiar, que me diga que la señora Jamshed está allí, esperándonos, o acabando de arreglar algún asunto para atendernos rápido. Rápidamente llegamos a la conclusión de que es una mujer muy ocupada, pues la espera se alarga, teoría que luego se confirmaría, pues su blackberry nunca dejó de sonar durante la entrevista. Tocan al timbre. La misma chica que nos había abierto minutos antes vuelve a ser la encargada de abrir ahora. Los visitantes son dos, y son españoles. Los hacen esperar en el recibidor. Poco después el ambiente cambia y se perciben señales de que Jamshed se acerca. Saluda a sus invitados y sus pasos empiezan a acercarse a la sala donde nos encontramos. Y por la puerta vemos una señora de origen claramente pakistaní de apariencia bastante occidental, conscientemente arreglada, acompañada de dos jóvenes. Después sabríamos que los dos invitados eran periodistas freelance. Ella se disculpa, pues nos confiesa que ha mezclado dos citas. Se la ve nerviosa, pues no sabe qué hacer. Les dice que vayan al otro lado de la casa y hablen con las chicas mientras ella nos atiende pero acaba marchándose de nuevo con ellos. Seguimos esperando. Minutos más tarde vuelve y insiste en disculparse. Nosotros le quitamos peso al asunto con tal de ponernos manos a la obra ya, pues nos invaden las ganas de conocerla. Rápidamente me llama la atención un tatuaje de jena que ocupa toda la palma de su mano izquierda. Al preguntarle al final de la entrevista nos diría que se lo hizo ella misma con motivo del 20 aniversario de la boda con su marido, que había celebrado el fin de semana anterior. Tras una breve charla, empezamos a entrevistarla.

Desde la primera pregunta, en la que intentamos conocer su infancia, nos damos cuenta de su experiencia en asumir el papel de entrevistada, pues nos explica su vida de carrerilla, como quien está harto de hacerlo ya. Nos desmonta la entrevista, pues contábamos con ir paso a paso y conocer cada detalle poco a poco y con precisión, pero intentamos sobreponernos a este hecho e improvisamos sobre la marcha dadas las nuevas condiciones de la situación. Y, ahora sí, nos empezamos a empapar de ella. Conocemos a esa Huma Jamshed que, de lo contrario que mucha gente de su país que ha vivido situaciones difíciles, salió airosa de su infancia y de los años que siguieron a esa etapa, pues, según nos cuenta, una persona de ciudad suele vivir rodeada de estabilidad en su país. Nos habla de los años que pasó en el colegio público de su ciudad natal, Karachi, y de la carrera de Química que cursó, de por qué decidió acompañar a su marido, con quien ella misma reconoce que se casó por conveniencia, cuando éste decidió emigrar a Madrid y de su llegada posterior a Barcelona, ciudades de las que apenas conocía nada cuando vivía en Pakistán. Nos cuenta que tiene dos hijos, de quien después nos enseñaría una fotografía desde su blackberry. Nos reconoce que en su país la religión es la base de la educación. Una religión que ningunea a la mujer pakistaní por el papel que tienen los hombres en ella. Según nos dice, ser mujer en su país es sinónimo de ser nada (“Somos maderas muertas, no tenemos ni voz, ni voto y dependemos totalmente de los hombres). Sin embargo habla del papel que tuvo su madre, de quien heredó la intención de luchar y de conseguir ser autosuficiente, en su hogar y en su educación. Nos explica que le enseñó a guiarse por su corazón siempre, ante cualquier situación y a compartir siempre que pudiera. Por ese motivo, por ese altruismo heredado genéticamente, acabó fundando la ACESOP cuando la vida empezó a sonreírle.

Durante las siguientes preguntas conocemos a una Huma Jamshed que intenta siempre huir de los prejuicios y de las cadenas, que apela a la libertad, luchando ara materializarla constantemente a causa de haber vivido la represión en primera persona. Nos cuenta que el velo no es una cuestión de religión, sino de cultura, y que la religión es algo muy íntimo, un camino libre a seguir y no una forma de aprisionar la conciencia de la gente. Nos habla de su asociación y de la necesidad que vio de crearla cuando empezó a rodearse de mujeres pakistaníes en Barcelona. Para ella, sus compatriotas femeninas deben despertar, aunque aún queda mucho para eso, calificándolo de “un proceso largo que apenas ha empezado”. Mientras tanto, ella misma se encarga de mejorar el día a día de esas personas como único remedio posible del problema por ahora. Nos hace ver la dificultad que tienen las mujeres si quieren intentar tener voz y asumir su propio rol. Unas dificultades que nacen desde su propio entorno. Le preguntamos sobre qué papel tienen los medios de comunicación en todo esto y también en la visión que los españoles tenemos del pueblo musulmán. Según Huma Jamshed, hay mucha variedad de puntos de vista aunque sí que nos confiesa que muchos medios se empeñan en transmitir una visión del pueblo musulmán diferente a la real con tal de que no sean bienvenidos aquí. Ya finalizando la entrevista y para quitarme una curiosidad que había nacido en mí desde el momento en que había dicho que se casó por conveniencia, le pregunto si estaba enamorada cuando lo hizo. Me dice que no, pero que en su país el amor empieza a nacer a partir del matrimonio y no antes. Y, tras prácticamente dos horas de entrevista, acabamos y nos pide que la acompañemos para enseñarnos la casa. En la habitación donde habíamos visto antes la cama hay, además, bolsas de ropa que utilizan las mujeres y que también envían a Pakistán. Nos confiesa que si ella tiene dos abrigos, uno lo da, porque “¿para qué quiero dos?”. Seguimos por el pasillo que nos había llevado a su despacho antes para dirigirnos a una sala llena de ordenadores en la que hay varias mujeres. El de Informática es uno de los talleres que su asociación imparte. En la habitación de al lado, una especie de cocina que desprende un fuerte olor acoge a dos mujeres más que se acaban de hacer un tatuaje de Jena precioso. No dudo en fotografiarlo y me preocupa parecer un hipócrita occidental que fotografía elementos curiosos de personas de otras culturas como si estuviera en un zoológico viendo animales. Continuamos y nos guía a otra habitación en la que hay una mujer con una máquina de coser. Nos cuenta que cualquier mujer de la Asociación puede traer sus prendas y hacerle los arreglos que crea convenientes utilizando la máquina de coser. Además, venden según qué prendas hechas por ellas a algunas tiendas de la zona para ganar algo de dinero. Seguimos andando y nos lleva a una sala donde nos impresiona ver un gran televisor de plasma. Según nos dice, allí se enseña castellano. Nos fotografiamos con ella, cosa que aún no habíamos hecho, y una chica de allí nos fotografía también con la cámara de la Asociación para que ellas también tengan un recuerdo de nuestra visita. De repente me pregunta mi nombre, cosa que aún no había hecho, para dirigirse a mí. Con cara de preocupación me cuenta que los dirigentes de la discoteca-after ROW14, situada en Viladecans, se han puesto en contacto con ella para que envíe a tres chicas para el domingo 28 con el objetivo de que hagan tatuajes de Jena durante la fiesta Bollywood que allí se iba a celebrar.. Me pide mi opinión. Sinceramente y con conclusiones que la experiencia me ha dado, le digo que puede impactarles, pues ellas nunca han visto a nadie ebrio ni drogado y eso es algo que allí verían demasiadas veces, aunque le quito peso al asunto, pues creo que si se limitan a hacer lo que les han pedido que hagan pueden salir airosas de la situación. Volvemos al despacho, donde habíamos dejado nuestros bártulos, y recogemos. Cuando prácticamente nos disponíamos a salir por la puerta nos vuelve a llamar. Esta vez nos conduce a una de las habitaciones en las que había una cama. Nos muestra varias bolsas para guardar el pan y varios estuches que ella misma y sus mujeres habían hecho y nos dice que elijamos, que son un regalo de su Asociación. Sumamente agradecidos por tener un recuerdo así de nuestra primera entrevista, le damos las gracias reiteradamente. Y, ahora sí, nos marchamos, deseándonos suerte en nuestros respectivos proyectos de futuro y con el deseo en el horizonte de vernos las caras más adelante y contarnos qué ha sido de nuestras vidas.

Y nos marchamos de allí. Volvemos a bajar las oscuras escaleras que habíamos subido anteriormente. Ahora la satisfacción y la tranquilidad se mezclan con el inconformismo, pues nos ametralla incesantemente la idea de que podríamos haber hecho más y mejor, pero la tranquilidad de tener muchos años por delante para corregir nuestros errores y nuestra experiencia nos consuela. Salimos a la calle y no dudamos en fumarnos un cigarro. El humo nos sabe más apaciguador que nunca a Bernat y a mí. Deshacemos los pasos que nos habían conducido a la calle del Carme y nos topamos con la entrada a la estación de Rodalies de Plaça Catalunya, donde nuestros caminos han de separarse. Nos despedimos. Una vez solo, me acechan las ideas y visualizo los pasos que tendré que seguir para mejorar y corregir los errores cometidos. Siento una melancolía extraña fruto de haber cumplido, pese a todo, con éxito el objetivo de entrevistar. Esa melancolía se acentúa cuando, una vez en el tren que me ha de conducir a Terrassa, en medio del vagón, un hombre de origen suramericano empieza a tocar la zampoña acompañado de melodías que surgen de una cadena de música (que le sirve de base musical) y de un micrófono. La música invade todo alrededor suyo y él parece estar metido en una burbuja donde los sonidos que él crea bastan para apelar a la felicidad. Abandono mi cuerpo sin poder volver a él por mucho que lo intente. Me quedo estupefacto mirando a quiénes me rodean, analizándolos, escudriñando cada milímetro de materia que los compone. Los miro a los ojos, donde retengo mis pupilas, y penetro en ellos, en sus almas. Los entrevistaría a todos, hasta a aquéllos que hacen como si no estuvieran escuchando nada para que cuando el músico pase gorra en mano pidiendo caridad no se vean con la obligación moral de pagarle. De repente caigo en la cuenta de que debo tener una expresión ridícula, al ver a un hombre, acerca del cual mis prejuicios me llevan a pensar que es un vagabundo por su harapiento parecer, mirándome y riéndose. O quizás no y él también está apreciando la belleza del momento gracias a esa música de fondo que nuestro amigo suramericano se ha encargado de convertir en banda sonora de ese instante. Y me pierdo. Me pierdo entre las gentes del mundo que allí me rodean, que no serán las mismas que me rodearán mañana ni pasado. Me pierdo como uno más en aquel tren, pensando ya en la próxima cita. El domingo 5 de diciembre Ángel ‘Pichi’ Alonso nos espera en los estudios de TV3.

Más fotografías:

                    
            

ENTREVISTA COMPLETA

1- ¿Cómo fue su infancia? ¿Cómo fueron sus primeros años en el mundo?

Nací en Karachi. Mi padre era financiero de una compañía aérea y mi madre era profesora. Ambos eran de origen hindú y, cuando Inglaterra se marchó y dividió aquellas tierras en la India y Pakistán decidieron marcharse a Pakistán. Tengo 6 hermanos, una hermana gemela, dos hermanos más grandes y dos más pequeños. Estudié en un colegio público y después estudié Química en la Universidad de Karachi. Me casé por conveniencia con un compañero de trabajo de mi padre y tuve dos hijos. A mi marido le hicieron una oferta de trabajo en Madrid para ejercer de financiero en una compañía aérea de allí y se vino. Después reagrupamos la familia y nos vinimos mis hijos y yo. Aquí me compatibilizaron los estudios e hice mi tesis doctoral. Mi marido se quedó sin empleo y se volvió a Pakistán y yo me quedé. Decidió montar una compañía de viajes que funcionó bien y nos vinimos a Barcelona cuando finalicé mis estudios. La compañía fue genial y abrimos más. Tenemos 7 en varios puntos de Catalunya y Madrid. Tengo un hijo de vuestra edad estudiando en Sheffield y una hija que está aquí. Viendo mi buena situación decidí fundar la asociación, porque considero que si alguien dispone de medios para mejorar el mundo, ha de acerlo. La verdad es que tuve una infancia muy estable porque vivía en la ciudad.

2-¿En qué condiciones nace una persona en Pakistán hoy en día?

Una persona en Pakistán nace en una situación estable si vive en la ciudad, como fue mi caso, y no tan estable si vive en u npueblo. La mayoría de personas que vienen de allí lo hacen desde los pueblos y el cambio que notan al llegar es radical, el impacto es mayor. Ser un hombre pakistaní es tarea fácil. Ellos pueden hacer todo, rezar, etc. La mujer no, es un objeto y no tiene valor alguno. Somos totalmente dependientes de ellos. Otra cosa impactante es que aquí el hijo, dentro de una familia, tiene una importancia vital y está por encima de los adultos en el sentido de que se le presta más atención. Allí sigue siendo primordial y dominante el adulto por encima del niño.

3-¿Nos podría describir la violencia y los altercados en Pakistán durante su niñez y adolescencia?

La vida nunca es tranquila en Pakistán, las guerras y los conflictos nunca duermen. Yo tuve la suerte de nacer y crecer en un ambiente normal con mi familia.

4-¿Nos podría narrar una tarde familiar en casa de Huma Jamshed?

En mi casa había buen trato, éramos tratados todos por igual y nunca nos faltó nada. Mi padre se quedó inválido durante 25 años y eso nos hizo madurar y colaborar en casa.

5- ¿Qué le inculcaron? ¿Está muy incrustada la religión?

Sí. La religión es básica. Yo misma soy musulmana practicante. Aún así, mi padre, durante sus últimos 25 años de vida, tenía una discapacidad de más del 90% debido a un accidente que tuvo en el que se golpeó la cabeza y las mujeres de mi familia tuvimos que ejercer su rol, por lo que mi madre se convirtió en la voz dominante y me transmitió unos valores muy importantes. Me enseñó a apreciar la paz interior y el camino para llegar a ella, a no hacer nada que no naciera del consenso entre alma y cabeza y a compartir siempre que pudiera.

6-¿Qué significa ser mujer en Pakistán?

Ser mujer en Pakistán es prácticamente sinónimo de no ser nada. Somos maderas muertas, no tenemos ni voz, ni voto. Dependemos totalmente de los hombres de nuestra familia, de nuestro padre, de nuestros tíos, de nuestros hermanos. Cuando nos casamos, nos vamos a vivir a casa de nuestros suegros con nuestro marido y nuestra vida se limita a eso. Dejamos atrás nuestra familia, de la que nos desprendemos bastante, y nuestros suegros ejercen una gran influencia sobre nosotras. El nombre de nuestro marido pasa a ser nuestro apellido. En el caso de que una mujer emigre a España, será siempre a causa de que el marido lo decida, y él siempre tendrá el poder de decidir si quiere que ella se quede o no, tendrá en su mano el permiso de residencia porque ella viene por él. Es un método de coacción fundamental que explica muchos aspectos de la mujer pakistaní en España.

7- ¿Qué valores le transmitieron sus padres?

Mis padres me enseñaron a valorarme como persona, todos somos importantes. También me enseñaron a guiarme por mi corazón, si tu alma se muestra negativa, no actúes ya que tienes que guiarte por tus sentimientos.

8- ¿Cómo despertó Huma Jamshed? ¿Qué hubo de diferente en usted respecto a otras mujeres que han aceptado no tener ni voz, ni voto?

Sobre todo a causa precisamente del papel de mi madre dentro de mi familia. Ella ya tenía una mentalidad muy abierta y no era sumisa, y eso nos lo transmitió por herencia directa. Es algo que ella metió en mí desde pequeña.

9-¿Cuál es su religión?


Soy musulmana, creyente y practicante. Cumplo con mis deberes religiosos pero los aparataré a un lado cuando haya alguien que necesite mi ayuda o mi cariño. Mi deber es ayudar.


10- ¿Por qué cree en Dios? Veo que no lleva velo. ¿Cómo lo ve su entorno y sus compatriotas?

Creo en Dios y soy practicante. El problema del velo es que se confunde religión con cultura. El velo no es algo intrínseco de la religión, sino que está mas arraigado a la cultura y al hecho de que la religión esté dominada por los hombres. No estoy en contra de que se prohíba pero tampoco pienso que sea algo obligatorio. Es algo que una mujer tiene que decidir, es una decisión libre. Yo, personalmente, no lo llevo, porque pienso que si Dios nos ha dado un cuerpo, no nos lo ha dado para ocultarlo, sino para enseñarlo. Además, no es una ropa cómoda para mi trabajo. Muchas mujeres llevan velos y demás y realmente es incómodo. Yo, personalmente, prefiero un jersey. Además, la religión es algo libre. No ha de ser una forma de vida obligatoria que te condene, sino que es un recurso para que aquéllos que lo necesiten se sientan protegidos. Yo defiendo el laicismo, pues no considero la religión algo obligatorio. Es más un camino a seguir opcional, algo muy interior. Dios es para mí algo muy mío, muy íntimo y subjetivo.

11-¿Cree que en algunas ocasiones a su gente le falta valentía, o el miedo a alzar la voz es mucho mayor?

El miedo a alzar la voz es muy superior ya que mi gente vive con miedo. Ellos sienten pánico por la’’ islamofóbia’’.

12-¿Cree que en la actualidad el pueblo islámico y el pueblo cristiano están muy alejados?

Actualmente están muy alejados. Las diferencias más grandes las encontramos a nivel ciudadano y a nivel público. Los rituales y las ceremonias islámicas no son bien recibidas por el pueblo cristiano.

13-¿Actualmente cree que los valores que transmitió el Profeta son llevados a cabo por el pueblo islámico? ¿Usted cree que ciertos temas religiosos son bastante radicales?

Hay que diferenciar entre religión y cultura. No hay nada radical, simplemente es entender y practicar con la religión musulmana.

14-¿El fundamentalismo islámico opina que la reivindicación de los derechos de la mujer es fruto de la modernidad de Occidente y que se trata de una invención, mientras que el feminismo piensa que Islam y defender los derechos de la mujer no son compatibles. ¿Qué opina usted?

El hecho de que el fundamentalismo islámico piense eso está causado precisamente por lo que le decía antes de que la religión está escrita por los hombres y controlada por ellos. Los imanes son hombres, sólo los hombres pueden rezar en las mezquitas, al menos en las horas importantes. La mujer necesita tener un centro de referencia donde poder ejercer su derecho a rezar. Precisamente una de las cosas que defiendo es la construcción de una mezquita para mujeres en esta zona. Respecto a que el feminismo piense que el Islam y los derechos de la mujer son incompatibles en parte está provocado por la desinformación y el antiislamismo que en cierta manera está presente en la sociedad y que se ha visto acentuado por el 11-S y el 11-M. Fueron hechos que han perjudicado a la comunidad musulmana mucho.

15- ¿Qué conocía de España cuando vivía en Pakistán?

Nada. Cuando mi marido me dijo que nos veníamos a vivir a España en el horizonte no veía nada, no me podía hacer una idea de lo que me esperaba. Había sentido hablar de la capital, Madrid, y de Barcelona por los Juegos Olímpicos del 92, además de Córdoba y de Granada por ser capitales de Al-Andalus en su día. Pero realmente no conocía nada, no podía imaginarme absolutamente nada.

16- ¿Qué actividades propone exactamente su asociación?

Aquí hacemos talleres para que las mujeres mejoren su calidad de vida, su día a día. Tenemos talleres de informática, de tatuajes de Jena, de cocina, enseñamos castellano, tenemos máquinas de coser para que ellas puedan traerse sus prendas y arreglarlas… Ellas a veces han de pagar los materiales y nada más, lo demás lo hacemos de forma gratuita. Pero todo de cara a mejorar su día a día, como un pequeño paso para que a la larga, porque es un proceso que si esta iniciado es en un 1%, puedan tener autosuficiencia aquí o en Pakistán y puedan progresar. Es la clave para que el papel de la mujer tome fuerza.

También participamos activamente en actividades de la ciudad, como el Carnaval, aunque fuera en contra de la religión musulmana. Nosotras valoramos los pasos que damos y, aunque no estén plenamente en concordancia con la religión, consideramos más importante según qué aspectos como la integración. Hemos tenido mucho éxito. Incluso hace unos años tuvimos cierto peso en una escuela pública de la ciudad, pero la Generalitat nos acabó dejando al margen. Siempre nos ofrecen cosas pero nos quitan otras, no quieren que tomemos fuerza como colectivo, quieren tenernos controladas y divididas para que no escapemos a su control. Cuando parece que damos un paso, siempre debemos retroceder por algún motivo.

Hemos visto una cama al entrar, en una de las salas. ¿Duerme alguien aquí?

No, para nada. Aquí no duerme nadie. El motivo es simple. Cuando algunas mujeres pakistaníes dan a luz, los maridos las abandonan y ellas deben buscarse la forma de sobrevivir. Nosotros nos ofrecemos a que

17- ¿Cuándo se empezó a concienciar de que la mujer pakistaní necesitaba su ayuda?

Cuando llegué a Barcelona y vi su situación, su desamparo, su soledad y su necesidad de ser escuchada. Como tenía medios, los usé, precisamente por lo que le decía antes de que me enseñaron a compartir siempre que pudiera, y creé la fundación, que hasta hace 5 años no era legal. Después sí, y recibimos muchas ayudas. No nos podemos quejar.

Además, la mujer pakistaní que intenta ser autosuficiente, es frenada por un entorno que se niega rotundamente a que hable y se exprese. Es algo que yo misma he vivido y con lo que he tenido muchos problemas. Pero siempre he luchado por la autosuficiencia que creo que he acabado logrando.

18-¿Qué papel cree usted que juega la mujer en Pakistán actualmente?

No tiene ningún papel, no sirven para nada. La mujer ha de obedecer y callar ante las exigencias de los hombres. Esto algún día cambiará, pero queda mucho camino por recorrer.


19-¿Los hombres ven a las mujeres como un simple objeto en su país? O nosotros tenemos un mal concepto de ello y todo es relativo?

Ese tema es mundial. Las mujeres han sufrido mucho y siguen sufriendo demasiado. Pero su ventaja es que han luchado y siguen luchando.

20-¿Si en sus manos estuviese prohibiría el Burka?

No, es la manera de vivir y de vestir. No prohibiría nada, es más, haría una ley para el libre uso del Burka. Es una prenda muy incómoda que te provoca invisibilidad, por ese motivo yo no la llevo. Pero eso no significa que las demás mujeres tengan que seguir mi ejemplo.

21-¿Cree que estas actividades son necesarias para que en cierta manera la mujer musulmana y, más concretamente, pakistaní esté preparada para tener voz aquí?

Como le he dicho antes, es un proceso muy lento el hecho de que la mujer adquiera la autosuficiencia que necesita, por lo que nos centramos en su día a día, aunque sí que reconozco que esto es un primer paso para que puedan serlo algún día, aunque dentro de muchos años. Aunque ciertamente, la España de hace unos años refleja ciertos aspectos de la mujer pakistaní actual, por lo que empaparnos de eso puede ser positivo de cara a que se produzca ese cambio.

22- ¿En su país la gente va muy protegida con ropa y no se enseñan partes del cuerpo. Le sorprendió la vestimenta de los españoles? Minifaldas, camisas ajustadas…

Sí, fue un choque cultural. Me sorprendió mucho

23-¿Qué opina usted sobre la mujer española? En su estancia en España ha observado mucho machismo dentro de la sociedad?

No he observado muchos casos machistas, algunos, pero en general no. Las mujeres españolas trabajan mucho y son libres, la libertad las ampara.

24-Como bien sabrá en España cada año se cometen asesinatos y maltratos a las mujeres, un factor conocido como violencia de Género. ¿Cree usted que los hombres que maltratan a sus mujeres merecen estar en la cárcel eternamente?

Eso lo tiene que decidir un juez. Confío y respeto la ley española. Yo no soy nadie para cuestionar la voz y las sentencias de un juzgado.

25-¿Qué opina Huma Jamshed de la pena de muerte?

No estoy a favor de la pena de muerte. No tenemos derecho a quitar la vida a nadie, aunque sea el peor criminal de todos.

26-La pena de muerte se continúa aplicando en su país. La lapidación es una pena aplicada a las mujeres por actos de infidelidad. Una realidad cruel pero que sigue funcionando en Pakistán. Qué opina usted al respecto? Ha visto o ha presenciado alguna condena a muerte en directo?

La Lapidación es un tema muy grave y muy inhumano. No he presenciado ninguna pero he visto casos en la televisión. Realmente es escalofriante.

27-¿Si Huma Jamshed pudiera elaborar una constitución que derechos fundamentales habría para la mujer?

Mi único deseo es igualdad de oportunidades para todos.

28- ¿Cómo calificaría el papel de los medios de comunicación en todo este tema? ¿Son una ayuda o tiran de tópicos sensacionalistas de gran peligro?

Hay de todo. Algunos medios nos tratan con respeto. Sin embargo otros, y también a causa de hechos como el 11-S, intentan influír en el hecho de que la población se haga una impresión del musulmán concreta con la finalidad de que lo rechace. Todo pueblo es en cierta manera influenciable por los medios y por el boca en boca que provocan, por el “me han dicho que esto y lo otro” o el “pues ahora dicen que no sé qué no se cuánto”, y acaban provocando una bola y unas impresiones en los ciudadanos muy alejadas de la realidad.

29-¿Qué opina del laicismo en España? ¿Cree que la religión está perdiendo peso porque progreso y religión son conceptos enfrentados?

Yo hago apología del laicismo porque creo, como le he dicho antes, que la religión es algo muy particular de una persona. Le pondré en el caso de que si a las horas que mi religión me dice que debo rezar alguien me necesita, me olvido de rezar y ayudo a esa persona, porque Mahoma dijo que esas horas de rezo son recuperables y la religión acepta aparcar el rezo si es por un motivo así. No es una cuestión de de que esté perdiendo peso o no, es que es necesario que el laicismo sea tal, aunque también creo que la hipocresía del Gobierno es importante, porque presume de ser un país laico pero a la hora de la verdad no lo es, pues es el cristianismo sigue gozando de más privilegios que el resto de religiones que conviven en la Península.

30-¿Una pregunta que he aparcado antes y que me gustaría hacerle: Se casó por conveniencia. ¿Estaba enamorada?

No, pero en mi cultura casarte no es la manifestación del amor que profesas a tu marido. Casarte es el punto de partida y el amor viene después. Llevo 20 años con él y he sido muy feliz, si no, no hubiera tenido a mis dos hijos, que son fruto, precisamente, de ese amor.

31-Hemos visto que lleva un tatuaje de Jena en la mano. ¿Qué significa para usted?

Me lo hice yo misma para celebrar este pasado fin de semana las dos décadas de casada. Hicimos una fiesta con nuestra familia.

32-Nosotros la vemos a usted como una heroína del pueblo pakistaní pero, ¿Cómo se ve usted a si misma?

Soy una salvadora. Mi único objetivo es ayudar pero no me dejan trabajar bien, me impiden muchas cosas. Las mujeres necesitan fe y por ese motivo quiero construir una mezquita para ellas.

domingo, 21 de noviembre de 2010

UN LUGAR DONDE HUELE A LIBERTAD



Como si se tratara de la subida de la caverna platónica, la Facultad de Filosofía se erige tras la cuesta que nace en la Plaza Cívica, y con ella, una de sus partes más intrínsecas: el bar, un órgano vital del cuerpo de la facultad, pues es el reflejo más palpable y realista de las gentes que transitan por allí. Es su corazón y se encarga de bombear la sangre que recorre el organismo del edificio, marcando así el tiempo de los movimientos que allí se producen. La Facultad de Filosofía es un lugar que nace del pensamiento y para él vive. Allí no existe el tiempo y ni la prisa y la calma no se pelean por dominar la situación. Sus gentes hablan, dialogan, discuten, siempre ajenas al compás del reloj, como si el espíritu de los antiguos filósofos de la Grecia clásica estuviera allí presente. Ideologías y posturas de todo tipo fluyen entre las mesas que componen tal escenario a su libre albedrío, viéndose rodeadas del entorno idóneo para poder pensar. Se entremezclan, se separan, se diluyen pero siempre fluyen en el ambiente sin pararse un solo momento. Porque si hay un lugar idóneo para pensar es aquel, ajeno a todo límite, donde sólo se impone la supremacía de un Sol del que nacen esa vida sobre la que los estudiantes teorizan y los árboles y el césped que les rodean y que lo bañan todo de un verde intenso. La facultad de Filosofía, como todas las facultades, es un micromundo, pero un micromundo muy particular. Está repleto de una gran variedad de pensamientos, de estilos y de edades, y destaca esa voluntad de manifestar la profundidad de ese pensamiento propio, pues cada persona se empeña en demostrar exteriormente que sus teorías y abstracciones la convierten en única, creando así su propia apariencia exterior, tan diferente y peculiar. En el bar de Filosofía y letras conviven desde el hippie más tranquilo hasta el anarquista más luchador, pasando por toda la variedad de estilos imaginables. Destaca, además, la lucha por conseguir la libertad y el empeño que ponen en intentar lograrla. Por ello es habitual encontrar paredes pintadas, carteles, anuncios, todos ellos en búsqueda de acciones que apelen al libre albedrío. Y fruto también de esa voluntad por actuar libremente, defendiendo los derechos que creen tener, circulan por allí todo tipo de sustancias, predominando especialmente la marihuana y el hachís (símbolo de su rechazo a las leyes vigentes) con la tranquilidad de que allí nadie clavará en quienes optan por consumir drogas sus ojos cargados de prejuicios y de represión. Allí los prejuicios ya se esfumaron hace tiempo, si es que existieron alguna vez, y la libertad fluye libre, sin barreras ni cadenas.

viernes, 19 de noviembre de 2010

VOCES DEL MÁS ALLÁ


Odio la vida, la muerte, mi masa cardíaca inherte, esperar a ser inyectado de algo menos destructivo y más nutritivo emocionalmente que esas tonalidades de verde intenso y de blanco que según dicen destruyen la mente. Odio el día en que nací, el día en que morí, el día en que resucité y el día que decidieron exterminarme para siempre. Odio los prejuicios incrustados en conservadorismos baratos, los juicios que nacen de malos planteamientos, los valores morales, la moral en sí misma. Odio esas miradas que atrapan, esas miradas de las que no te puedes despegar, igual que odio también a aquéllas que surgen del odio y que matan, como también odio a las que desatan desesperanza y a las que con su caudal, tan lleno de indescriptibles sentimientos, dilatan las pupilas de la vida. Odio las sonrisas inconscientes, las provocativas, las provocadas, las reprimidas y reír a carcajadas. Detesto la inconsciencia, la falsa conciencia, la demencia y la inclemencia. También odio la madurez basada en una supuesta inteligencia y la fama de quiénes disimulan su impaciencia y creen encontrar la esencia de la vida en los libros y en las falsas ciencias. Maldigo a la desesperación, a la tranquilidad, a la pasividad y a la vitalidad, a la nulidad, a la omnipresencia y a la espontaneidad de esas apariciones que siempre saben a poco. Odio las letras, que forman el único espejo del que me fío, reflejando a la perfección el vacío del alma, las palabras que maquillan la angustia e intentan convertirla en paz, los textos que asumen el dolor de la vida desolada... Odio los vales de descuento, los cheques que no son en blanco, los recibos, las facturas, la lectura obligada, las críticas recurrentes a la telebasura. Odio a los grandes del cole, a los pequeños y a sus padres, que sólo son ya fantasmas olvidados por la vida. Odio las colas, las aglomeraciones, las entradas y las salidas en estampida, los niños abandonados, los no deseados, los deseados y los centros de acogida. Maldigo a quiénes me maldicen y a los que no también, por si acaso. Aborrezco a quiénes me admiran, a quiénes fingen su admiración, a los que me ignoran y a los que callan en silencio su atracción. Detesto a los que atraviesan en silencio el mundo para intentar llenar sus depósitos, tan vacíos de creatividad propia, gracias a aquéllos que no cesan de hablar, de crear, de gritar, pues después, cuando han conseguido hacer un cóctel de lo que han ido atrapando por aquí y por allí, ancha es Castilla en su memoria y en su moral, y felices y atrevidos su cerebro y su ego, desconocedores de que lo único que han hecho es llenarse de caducada escoria que forman ahora esos gritos y esas incesantes palabras que ya han mutado, ya han adoptado nuevas formas y se han adaptado a nuevos contextos empíricos. Odio no callarme como también odio otorgar triunfos en bandeja por pereza mental. Odio no inspirarme, no templarme, aceptar resignado que las ideas no cesen de bombardearme, que el sueño no acuda algunas noches a ayudarme. Desprecio a los altruistas y a los falsos egocéntricos, a los que tienen fe y a los que se niegan a buscarla, a los pagafantas, a los huelebragas y a los que en encontrar la conexión perfecta no son capaces de mantenerla por miedo a amarla. Siento desprecio hacia las creencias, las sectas, las religiones, los dioses y sus representaciones, los alquimistas, los nihilistas. Odio querer acabar y no encontrar la forma de hacerlo, ver cómo las ideas encuentran la forma de materializarse sin parar y creer que lo mejor es cortar el grifo para que mi salud mental siga siendo estable, pero seguir escribiendo con la mente en blanco, con el dedo como única parte en movimiento de mi cuerpo, pincelando mis abstracciones. Odio necesitar tanto escribir por escribir aunque luego vea que sigo igual de vulnerable, que haga lo que haga no llego a ningún punto concreto. En definitiva, odio que el único remedio sea odiar y maldecir, sabiendo que mañana, al menos temporalmente, me habrán olvidado ya esos sentimientos y su vacío ya lo habré llenado con cualquier copia pirata de la felicidad. Pero mientras tanto, seguiré odiando, maldiciendo, desgastando ideales y reflexiones vitales con la intención de que al final sólo permanezca la única variante válida de esta antítesis global, esa que nunca odié ni odiaré, pues antes destrozaría el escenario de la vida y le enseñaría esos miedos de los que tanto huye, sabedor de que ella huiría de mí y me dejaría aún más inherte, pero tampoco logro concluír en que ese hecho convertiría esta situación en diferente.

Odio despedirme, echar de menos el recuerdo que antecede al actual, igual de fugaz que el primero, y esas dosis de olvido que me arrastran y me acaban llevando a recordar conceptos vacíos. Si pudiera odiar... Si pudiera odiar al padre de la metáfora, aquéllo con lo que mis palabras buscan identificarse constantemente, aquéllo a lo que apelan y a lo que referencian, odiaría a ese filósofo que nunca muere, que tan sólo se diluye entre la gente y sus andares, tan llenos de nada, tan repletos de todo, desconocedor de la metástasis que el destino, un tumor maligno que ha desarrollado sin saberlo, ha acabado provocando en él a la larga. Maldigo ese "Próxima parada: Terrassa. Final de trayecto" que boicotea estos momentos en que mi dispersión da sus frutos y acaba con la vida de mis palabras metiéndolas en las cámaras de gas de sus campos de concentración...

lunes, 15 de noviembre de 2010

SOBRE "TERRITORIO COMANCHE" DE ARTURO PÉREZ-REVERTE


Empezar un libro trae consigo como consecuencia inmediata la elaboración mental de un conjunto de preguntas y cuestiones que, posteriormente, el lector busca responder en sus páginas sin cesar, a no ser que la búsqueda de evasión sea tan pronunciada que simplemente se deje en blanco la mente y se eche a volar sin más, sin un porqué en el horizonte. Esta búsqueda dura desde que se abre la tapa del libro por primera vez para sumergirse en un mundo de palabras, que el autor ha esculpido con suma sutileza, hasta que se cierra, en uno de esos actos que mezclan a la perfección una ambigüedad absoluta compuesta de tristeza, felicidad y un principio de nostalgia que surge ya desde el momento en que se acaba la última palabra, al nacer la conciencia de que jamás, por muchas veces que sea releído, será igual su lectura que la vez primera ya finalizada.

Cuando alguien se dispone a empezar este libro en concreto, llueven en su cabeza varias preguntas. ¿Por qué “Territorio Comanche”? ¿Qué pretendía Pérez-Reverte con ese título y con la publicación de un libro sobre la guerra de los Balcanes? Preguntas a las que es fácil e incluso agradable darles respuesta después, al adentrarse en su lectura.

Nada más comenzar el lector se encuentra con la siguiente cita del libro “Las cosas que llevaban los hombres que lucharon”, de Tim O’Brian:

“Una auténtica historia de guerra nunca es moral. No instruye, ni alienta la virtud, ni sugiere modelos de comportamiento, ni impide que los hombres hagan las cosas que siempre hicieron. Si una historia de guerra parece moral, no la creáis.”

Arturo Pérez-Reverte pretende, con la inclusión de ese fragmento, empezar a describirnos el papel de quiénes protagonizarán su libro: el papel de los reporteros de guerra. Porque “Territorio comanche” no es un libro de la guerra de los Balcanes, ni de las guerras. Ni tampoco de quienes luchan a favor de una ideología o de una religión determinada o de otra totalmente enfrentada. “Territorio comanche”, publicada en 1994 como fruto de la experiencia del autor como reportero de guerra, es una introducción al mundo de aquéllos que se sitúan donde la vida y la muerte juegan a acariciarse para contárselo al mundo. Es un libro en el que lo que se cuenta habla de aquéllos que están acostumbrados a narrar y no a protagonizar los hechos, cuyas muertes pasan desapercibidas y no tendrán relevancia alguna en el devenir de la guerra que explican, pero sin la vida de los cuales sería imposible recoger ese testimonio tan directo que le llega a la sociedad. Pero para ello necesitan dejar la moral de lado, esa moral que un periodista, dicen, ha de tener para ser un periodista de calidad y de cualidades. Plantea, pues, tan sólo con su inicio, el eterno debate de si primero está la moral o el conseguir una historia buena. Aunque su experiencia, y eso lo transmite perfectamente, le ha enseñado que, en el caso de los reporteros de guerra, primero es la historia, pues esa es su misión allí, y no de hacer de intermediarios, ni de médicos, ni de bomberos, ni de superhéroes.

Utilizando la técnica del fluir de consciencia, Pérez-Reverte transmite a la perfección las vivencias de los protagonistas durante una tarde en la que se encuentran esperando a que vuelen el puente de Bijelo Polje y los recuerdos que surgen en el protagonista, Barles (que no deja de ser un Pérez-Reverte camuflado) al vivir eso por enésima vez. Es así como nos descubrirá el micromundo de los reporteros de guerra, su día a día, su cercanía a la muerte, la normalidad con la que tratan un cadáver, el goteo diario y constante de adrenalina, el caos, el orden, la implicación inevitable del periodista, pese a que intente apelar a la objetividad a toda costa, combinar la búsqueda de la noticia con tener que contárselo al mundo posteriormente, la hipocresía de algunos que creen vivir la guerra viéndola desde el hotel o buscando sitios lejos del frente para luego volver a su país como héroes. En conclusión, Pérez-Reverte nos narra las peculiaridades del mundo que él mismo vivió a la vez que nos relata la historia de su especialidad y el papel que han tenido los reporteros de guerra en las guerras de este siglo y del pasado. Y lo hace acompañando unas vivencias espeluznantes con un tono dramático, cuando tiene que serlo, mezclado con ironía, pues sólo con ironía es como un reportero de guerra puede sobrevivir en la guerra, y con una normalidad hablando de la muerte y otros conceptos que sólo puede surgir de la experiencia de quien lo ha vivido todo, lo ha visto todo, y ha sido capaz de contarlo, y a quien ya no le sorprende absolutamente nada.

domingo, 7 de noviembre de 2010

UNA RELIGIÓN CONDENADA A MUERTE

André Leonard, jefe de la Iglesia católica en Bélgica. - EFE

Tartazo a André-Joseph Leónard, jefe de la Iglesia católica en Bélgica

Vídeo: De Standaard - Léonard krijgt taart in het gezicht

"El sida no es una justicia divina sino una especie de justicia inmanente. Jugar con la naturaleza del amor puede conducir a catástrofes así, y es comparable a las consecuencias medioambientales del abuso de recursos que el hombre está haciendo de nuestro planeta. Si alguien fuma o bebe alcohol de forma exagerada se puede adquirir cáncer, lo que también sería una forma de justicia inmanente. "

El cristianismo y sus innumerables bifurcaciones están condenados a muerte y, con el paso de no demasiado tiempo, podremos tener la satisfacción de ver como se diluyen entre las manos de oro de hombres como este. ¿Será un acto de justicia inmanente?

Mientras tanto, Ratzinger critica el laicismo del Gobierno. Como buen pastor, trata de reunir a las ovejas del rebaño que perdió, desconocedor de que hace ya tiempo que abandonaron la montaña.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

SOMOS, FUIMOS, SEREMOS, HUBIÉRAMOS SIDO


Somos la libertad y la independencia del líder de la manada, ya muertas y bien guardadas en la cueva de las aspiraciones pretéritas de la nubilidad esfumada. Somos la vieja esperanza, la voluntad de vivir del que se suicida asfixiado por un cúmulo de recuerdos incumplidos que han acabado desequilibrando su balanza, la claustrofobia del prisionero de guerra de una cama vacía, el rastro de olor que deja su champú, ese mismo rastro que se pierde al cruzar la puerta, cuando la noche secuestra al día. Somos la cuarta parte de vida que es enterrada sin haber muerto tras el último alarido del parto y que golpea sin cesar el ataúd en el que se encuentra encerrada, intentando escapar sin ser escuchada. Somos el cúmulo de indecisiones que nacen del positivo de un preceptor, el dedo anular virgen de anillo de compromiso, las palabras que el ebrio entrecruza con su reflejo en una conversación de retrete y su mensaje, tan poco conciso. Somos las yemas de unos dedos que todo lo tocan, los colores del verano, los olores de la primavera, los sonidos que no cesan de estallar, la presión en la mandíbula, ese grito que nace de dentro cargado de las verdades más viscerales, el hambre en tiempos de Calígula. Somos el último aullido melancólico del lobo, el maullar del gato en celo, la rebeldía del cachorro. Somos las pupilas dilatadas del que despierta de la ceguera, los ojos rojos del visionario dormido, la fuerza que el guerrero perdió por el tubo de escape cuando su valkiria le rompió la espada a bocados con el pretexto de la madurez y todo lo que trajo consigo, las heridas abiertas que se resisten al poder curativo del olvido, la uña partida que el vividor se rompió cuando arañó el muro de la vida por última vez. Somos el último segundo, la última conciencia, el primer síntoma, el último maratón en la cama, la suavidad y la melancolía del último beso, la última lágrima, esa decepción que jamás podrá ser comprendida ni curada, el dolor irremediable del reprimido solitario. Somos, según dicen, cachorros de humano sin credibilidad ni potestad para decidir por el mundo, ni siquiera para decidir por nuestro ordenado caos. Somos cajas repletas de agujeros negros que se ven obligadas a aceptar los dardos envenenados que los usurpadores de identidad lanzan. Somos lo que nuestra irreflexibilidad decide que seamos, lo que el ímpetu de los inconscientes muertos diseñó para inconscientes futuros, la última dosis de vida que los progenitores del olvido le encargaron a sus camellos.

Surgimos de ahí. Formamos un caos absoluto de ideas, razones, motivos, ansias y desengaños que intentan ser suprimidos por grandes dosis de una resignación nuclear que amenaza seriamente nuestro bienestar y que fue colocada con manos cubiertas con guantes de látex en nosotros desde el momento en que nos engendraron, con la máxima discreción posible para que su apariencia fuera inapreciable. Se trata de la resignación de los que un día quisieron comerse el mundo, cuando sus mentes aún tenían ese punto de libertad que les permitía crear, cuando estaban dotados de un filtro de absorción firme que se sostenía de buen criterio, cuando aún no habían perdido la goma con la que trataban de borrar unos prejuicios que tenían escritos con permanente. Otros, sin embargo, no tuvieron ese don, ni se encontraron en el contexto adecuado para desarrollar la conciencia necesaria. Fueron simples burros de carga de la sociedad. Reprocharles algo sería un crimen. Pero sí que pueden ser criticados aquéllos que pudieron despertar y no lo hicieron, los que planearon levemente por el cielo infinito y no impidieron que sus sueños fueran una especie en extinción que acabó desapareciendo. Dejaron que sus aspiraciones acabaran siendo tan remotas que se deshicieron entre los átomos del tiempo. Se quedaron quietos, mirando embobados, tendiendo la mano al enemigo. Se trata de la resignación de los que se limitaron a continuar la obra que otros empezaron antaño, desestimando la posibilidad de valorar su contexto, meter en el horno sus ideas, opinar, decidir y poder, así, diseñar su propia obra. No fueron capaces de cuestionarse nada, no supieron encontrar las salidas en el mapa y obviaron las vías de escape, las alternativas posibles, negando la existencia del abanico de posibilidades que la vida trataba de enseñarles a gritos.



Animales somos, animales fuimos y vivimos con esa afirmación tatuada en los genes pese a que en la práctica acabe borrándose de ellos tan fácil como se borran los tatuajes que salen con las patatas. Nuestro ego y nuestra lógica de calle nos impiden lo contrario. Marcamos nuestra existencia, sin embargo, con los mismos puntos o procesos con los que marcamos las existencias de los demás seres vivos englobándonos dentro de lo que denominamos ciclo vital. Nacer, crecer, alimentarse, reproducirse y morir se erigen como bases de nuestra vida, como puntos fundamentales por los que todo humano ha de pasar. Determinismo puro y duro. Pero en una época en la que cubrir las necesidades básicas no es, ni muchísimo menos, suficiente, tal clasificación se queda corta, pues se quedan fuera procesos como amar, establecer vínculos sociales, interactuar... Esquematizar y resumir la vida de un humano en esos puntos es, por lo tanto, ridículo, pues sin los demás procesos una vida realmente no tendría sentido alguno. ¿Por qué nos encasillamos en esa clasificación? ¿Quién tiene los cojones de comer con el corazón roto? ¿Quién se levanta de la cama con la casa en ruinas? ¿Quién mira de frente a la vida cuando le ahogan la monotonía y la desidia? ¿Acaso alguien estaría dispuesto a afrontar su día a día si sus únicos quehaceres fueran los citados? No seremos recordados por cómo comíamos o cómo crecíamos. No incluyo reproducirnos porque cabe la posibilidad de que engendremos a la Miley Cyrus o al Jesulín de Ubrique de turno y seamos recordados por ser los padres de... Todos tenemos nuestras prioridades y nuestros pilares, creemos trazar nuestros caminos sin darnos cuenta de que ya estaban trazandos a lápiz muy ténuemente hace años y lo único que hemos hecho ha sido seguirlos creyendo agarrar de la mano a la libertad. Circulamos por carreteras que se bifurcan en otras cada vez más estrechas, olvidandonos del suelo donde estamos pisando, obviando el porqué, el para qué y el dónde.

Un día Dios murió. No mucho más tarde murió Naturaleza con todos sus mitos y su atrezzo. Dejamos de creer en ella. Seguimos aceptando los regalos que nos hace sin que aparezca reprocidad alguna, como si se tratara de ese pariente lejano que te visita de año en año y te da dinero para que te acuerdes de él algo más de un día si es posible. Pero no deja de ser ese pariente lejano. Hemos renegado de la naturaleza, nos da igual, muestra de ello es que la humana condición de no solucionar los problemas hasta que podemos rozarlos con la punta de la nariz aparece para obviar la destrucción a la que el planeta se está viendo sometida. Nuestro cosmos se compone, pues, de un ombligo gigante formado por toda la humanidad. Intentamos convencernos a nosotros mismos de que no es así yendo de verdes, de solidarios, de preocupados por el cambio climático. Pero no. La naturaleza es una esclava nuestra con un sinlímite de obligaciones y ningún premio a cambio. ¿Para qué? Obviamos las vías posibles, nos estancamos en una balsa de agua putrefacta sin ver el canal estrecho que sale de ella y que se arrastra hacia un río que desemboca en un mar por descubrir. Pero nos negamos a salir de ahí, pues por muy catastrófico presente que sea augurado, la estabilidad está ahí y nos negamos a perderla. Es un modelo seguro, el modelo seguro de quien no arriesga, pues sabemos que funcionará al 100%. Nos olvidamos de que La vida es inclasificable, de que es tan abstracta e imprevisible que es indigno hacer un catálogo que trate de incluír todo lo que la forma. Pero no, nos hemos estancado en clasficiaciones, en predicciones, en esquemas...

Marcamos nuestra existencia por el día en que nacimos y el día en que morimos. Somos tan poco creyentes en lo ajeno, en aquéllo que no podemos palpar, que hasta que alguien no es visto por primera vez por la sociedad, por otros, no es considerado una persona, no existe. No puedo considerar que alguien exista desde que nació, ni celebrar su cumpleaños ese día, pues nació cuando el espermatozoide menos remolón de su padre encontró cobijo y se aposentó en el rey óvulo de su madre. Nació en el pensamiento de ambos cuando decidieron crearlo, cuando su amor o su odio les llevó a concebirlo. Ya existía mucho antes de que se arrastrara por las puertas del mundo para llegar por la puerta grande y que todos lo recibieran y lo consideraran uno de los suyos. La sociedad lo estaba esperando, y su esquematizado y especializado sistema también. Ese día tuvo que ser marcado por convención en el calendario y, con la máxima regularidad, tuvo que ser celebrado de año en año, invitando a esa festividad a gente cuya existencia era desconocida para el protagonista, gente que al día siguiente volvía a su rol de desconocido o de olvidado. Con los años la situación empeorará. En ser recordados los años anteriores, se decidirá llamar a la puerta de la melancolía para recuperar a según qué personas, por muchos años que haga que su recuerdo se perdiera en el olvido. Se pondrán al día, se querrán mucho durante unas horas determinadas y tras un "ya te llamaré", "quedamos y lo hablamos", "no podemos estar tanto sin vernos" sus caminos volverán a perderse por horizontes opuestos y olvidarán la hipocresía que dibujaron aquel día. Pero es una hipocresía sana y humana que nace del recuerdo y de la eterna búsqueda del ser humano de recuperar lo que ha perdido, la melancolía de sentimientos y sensaciones, de compañías pretéritas, de personas queridas, de olores familiares.


No puedo aceptar que mi vida esté, pues, tan marcada por mi nacimiento, un nacimiento que me arrastrará por ciclos vitales tan plenamente determinados y que me llevarán a ser un humano más en la tierra de los humanos sobrantes, una mota de polvo en una época en que tratan a toda costa de no dejar que el polvo se acumule, y en que si más de uno pudiera, detendría el proceso de creación. Después de nacer creceré, aprenderé lo que otros muchos han aprendido ya, intentarán que no muera en mí la curiosidad, o la curiosidad que se vende en el mercado, la desarrollarán al máximo hasta que decidan suprimirla para hacerme creer que no hay progreso que valga hasta el punto en que crea que no existe un más allá posible. Me encaminarán, me especializarán, me concretarán para que tome forma, fina y poco abarcante para no ocupar demasiado espacio y para poder tenerme bien localizado, porque el mundo laboral necesita especialistas, gente limitada mentalmente que sólo pueda pensar en la parte más remota de una porción de conocimiento para que no pueda valerse por sí misma, para que no pueda ver el global del diseño. Seguirán cayéndome etiquetas del cielo, seguiré haciendo lo políticamente correcto, lo estipulado. Me marcarán a fuego con etiquetas, seré heavy, garrulo, housero, emo, rockero, hippijo, hijo de la gran puta... Etiquetas que me servirán para lucir en el escaparate del mundo, etiquetas con las que me podrán valorar aquéllos que vayan al supermercado de la vida para comprarme o para dejarme caducar en una estantería de mierda. Seremos los productos de una cadena de montaje que ocupa todo el planeta, seremos apariencias más o menos sólidas que se mostrarán en pasarelas y escaparates de hipocresía. La gente mirará nuestro precio y nos meterá en bolsas, en paquetes... Seremos gotas de lluvia extirpadas de transparencia y de formas sinuosas que en caer se desharán con el único consuelo de humedecer un asfalto que segundos después estará seco. Cuando hayamos dejado de crecer por la sociedad, deberemos devolverle el favor que ésta nos ha hecho y deberemos trabajar. Nos casaremos, tendremos dos hijos, la parejita, con los que alimentar al sistema, viviremos drogados creyendo que, para bien o para mal, habremos elegido nuestra vida y que eso es lo que cuenta. El amor será un buen bálsamo. Grandes trabajos nos esperarán, podremos comer y alimentar a nuestra familia, a nuestros pequeños, Wendolyne y Marshall, y a nuestra esposa Lucy. Trabajaremos sin cesar, incluso algunos dias serán tan maravillosos que tendremos fiesta, podremos irnos de puente, descansando o en casa, listos para ver la película de las 4, sin olvidar esas 3 maravillosas semanas de vacaciones a las que optaremos y que nos darán las fuerzas necesarias para pasar otros 11 meses de maravillosa existencia. Cuando nos hayamos dado cuenta, sentiremos la acechante sensación de que hemos desaprovechado nuestra vida y como buenos humanos, no podremos culparnos a nosotros mismos. Culparemos al sistema, al presidente de turno, a nuestro padre, a nuestro jefe, a nuestra mujer o a todos juntos. Algunos no podrán con ese odio de nacimiento reciente y su cobardía les llevará a caer en actividades que hoy día son noticia, como maltratar a su mujer. Otros directamente la dejarán, o se buscarán a alguien que aún tenga presente los sueños que ellos decidieron olvidar, pudiéndose alimentar en parte de ellos. Con la tranquilidad de haber progresado enormemente y admirando la perfección de todo lo palpable a nuestros ojos, manos, oído, lengua y nariz de humanos, con la seguridad de que el camino elegido era el único en condiciones, seguiremos en las mismas, educando a nuestros hijos para que sean hombres de provecho como nosotros, les pondremos los dibujos que estén de moda para que puedan aprender a evadirse de lo que les espera, pues en el fondo sí que sabemos que las cosas podrían salir mejor y que el cambio es posible. Seguirán viendo como Doraemon le enseña a un niño indefenso a volar, y a que siempre le salven el culo, expandiremos la semilla del síndrome de Nobita, seguirán creyendo que hombres super fuertes hacen super cosas increíbles, que todo es maravilloso y flipante... Y ellos creerán en eso, nacerán socialmente con el chip de que son invencibles y encaminarán sus vidas por ahí, y no se esforzarán en cambiar su verdadero presente mental y físico, en desarrollar su ímpetu social, pues será tal la abstracción a la que se habrán visto sometidos que confundirán su propia realidad. Y así seguiremos, así seguiré, resignado por contagio imprudente, o demasiado prudente, seré uno más entre tantos, deambulando por el cementerio de la vida, y sabré aceptar, sin más remedio, las críticas que la resistencia sepa elaborar de mí en el futuro.