Páginas

lunes, 15 de noviembre de 2010

SOBRE "TERRITORIO COMANCHE" DE ARTURO PÉREZ-REVERTE


Empezar un libro trae consigo como consecuencia inmediata la elaboración mental de un conjunto de preguntas y cuestiones que, posteriormente, el lector busca responder en sus páginas sin cesar, a no ser que la búsqueda de evasión sea tan pronunciada que simplemente se deje en blanco la mente y se eche a volar sin más, sin un porqué en el horizonte. Esta búsqueda dura desde que se abre la tapa del libro por primera vez para sumergirse en un mundo de palabras, que el autor ha esculpido con suma sutileza, hasta que se cierra, en uno de esos actos que mezclan a la perfección una ambigüedad absoluta compuesta de tristeza, felicidad y un principio de nostalgia que surge ya desde el momento en que se acaba la última palabra, al nacer la conciencia de que jamás, por muchas veces que sea releído, será igual su lectura que la vez primera ya finalizada.

Cuando alguien se dispone a empezar este libro en concreto, llueven en su cabeza varias preguntas. ¿Por qué “Territorio Comanche”? ¿Qué pretendía Pérez-Reverte con ese título y con la publicación de un libro sobre la guerra de los Balcanes? Preguntas a las que es fácil e incluso agradable darles respuesta después, al adentrarse en su lectura.

Nada más comenzar el lector se encuentra con la siguiente cita del libro “Las cosas que llevaban los hombres que lucharon”, de Tim O’Brian:

“Una auténtica historia de guerra nunca es moral. No instruye, ni alienta la virtud, ni sugiere modelos de comportamiento, ni impide que los hombres hagan las cosas que siempre hicieron. Si una historia de guerra parece moral, no la creáis.”

Arturo Pérez-Reverte pretende, con la inclusión de ese fragmento, empezar a describirnos el papel de quiénes protagonizarán su libro: el papel de los reporteros de guerra. Porque “Territorio comanche” no es un libro de la guerra de los Balcanes, ni de las guerras. Ni tampoco de quienes luchan a favor de una ideología o de una religión determinada o de otra totalmente enfrentada. “Territorio comanche”, publicada en 1994 como fruto de la experiencia del autor como reportero de guerra, es una introducción al mundo de aquéllos que se sitúan donde la vida y la muerte juegan a acariciarse para contárselo al mundo. Es un libro en el que lo que se cuenta habla de aquéllos que están acostumbrados a narrar y no a protagonizar los hechos, cuyas muertes pasan desapercibidas y no tendrán relevancia alguna en el devenir de la guerra que explican, pero sin la vida de los cuales sería imposible recoger ese testimonio tan directo que le llega a la sociedad. Pero para ello necesitan dejar la moral de lado, esa moral que un periodista, dicen, ha de tener para ser un periodista de calidad y de cualidades. Plantea, pues, tan sólo con su inicio, el eterno debate de si primero está la moral o el conseguir una historia buena. Aunque su experiencia, y eso lo transmite perfectamente, le ha enseñado que, en el caso de los reporteros de guerra, primero es la historia, pues esa es su misión allí, y no de hacer de intermediarios, ni de médicos, ni de bomberos, ni de superhéroes.

Utilizando la técnica del fluir de consciencia, Pérez-Reverte transmite a la perfección las vivencias de los protagonistas durante una tarde en la que se encuentran esperando a que vuelen el puente de Bijelo Polje y los recuerdos que surgen en el protagonista, Barles (que no deja de ser un Pérez-Reverte camuflado) al vivir eso por enésima vez. Es así como nos descubrirá el micromundo de los reporteros de guerra, su día a día, su cercanía a la muerte, la normalidad con la que tratan un cadáver, el goteo diario y constante de adrenalina, el caos, el orden, la implicación inevitable del periodista, pese a que intente apelar a la objetividad a toda costa, combinar la búsqueda de la noticia con tener que contárselo al mundo posteriormente, la hipocresía de algunos que creen vivir la guerra viéndola desde el hotel o buscando sitios lejos del frente para luego volver a su país como héroes. En conclusión, Pérez-Reverte nos narra las peculiaridades del mundo que él mismo vivió a la vez que nos relata la historia de su especialidad y el papel que han tenido los reporteros de guerra en las guerras de este siglo y del pasado. Y lo hace acompañando unas vivencias espeluznantes con un tono dramático, cuando tiene que serlo, mezclado con ironía, pues sólo con ironía es como un reportero de guerra puede sobrevivir en la guerra, y con una normalidad hablando de la muerte y otros conceptos que sólo puede surgir de la experiencia de quien lo ha vivido todo, lo ha visto todo, y ha sido capaz de contarlo, y a quien ya no le sorprende absolutamente nada.

No hay comentarios: