Páginas

lunes, 17 de enero de 2011

LA CAUSA COMÚN



Cuando para vivir bastaba con abrir los ojos, nadie anhelaba con soñar porque la realidad era suficiente, pues la felicidad era un concepto palpable. No oí hablar de ningún tipo de despotricamiento verbal en contra de ese modelo de vida. Tan sólo sentí después himnos de vencedores y maravillosas epopeyas. Nadie mencionó a los vencidos ni a su primitivo sistema, que en apariencia había de caer por sí solo pero que nunca lo hizo. La vida era algo fácil. En la elaboración del futuro, sin embargo, muchos se perdieron en el camino y han desarrollado la patología de no ver la similitud que guardan con los simios. Ahora darle un vuelco al asunto se hace impensable. La ley del listón manda.

Dicen que un día nació un sueño llamado Roma, y queda muy bonito decirlo y muy épico, sobre todo en una película, escuchando a Hans Zimmer de fondo, naciendo de la grave voz de un gladiador ensangrentado que ha rozado la gloria con las sucias uñas de sus dedos y que ahora lucha por el maravilloso concepto de la libertad. El problema de los sueños es que son tan subjetivos que cuando tratan de ser impuestos lo ensucian todo de mierda. Así que ese sueño se convirtió a la fuerza en el de medio mundo por mucha oposición que trataran de oponer, y un buen dia llegó la civilización y arrastró a todos a lo que son hoy en día, para bien o para mal. Después continuaron las luchas y otros sintieron esa misma necesidad de destrozar proyectos para crear otros nuevos, aumentando cada vez más la magnitud con cada resurgimiento. La base, sin embargo, era la misma, tan sólo cambiaba el quién y la cabeza visible que daba el último alarido a sus hombres para llevarlos a la victoria.

Así fue como Túnez se acabó convirtiendo en un emplazamiento clave y los grandes de la liga se lo acabaron disputando como si se tratara de la única guinda disponible para coronar sus pasteles, hasta que llegó un momento en el que el pueblo creyó haber encontrado por fin una identidad, que no era otra que la misma  que siglos atrás les había llevado a luchar contra el sinfiín nde enemigos que habían tratado de llegar allí: la lucha por la libertad. Tan sólo les unía eso y la enemistad hacia alguien, pero de ahí nacen uniones inquebrantables. Y consiguieron alcanzarla. Por primera vez pudieron ser un país en su historia contemporánea, reconocido a los ojos del dios occidente. Sin embargo la felicidad de ser un país libre dura dos días, luego sólo es un vago recuerdo cuando el hambre y la consecuente desesperación aparecen. Es entonces cuando la patria es un ladrón, un niño que deambula aturdido por la calle, un perro pulgoso y unos cuantos cadáveres que van amontonándose con el tiempo.

Dicen, sin embargo, que apareció la luz, pero de nada sirve un destello, por muy permanente que sea, si no hay ojos para verlo. Así fue como de la mano de un pretexto barato apareció ese que ha tenido que salir ahora por la puerta de atrás, uno de los buenos, que reprimía y legislaba a su antojo y ponía buena cara en el exterior, como cuando te dedicas a putear a tus hermanos y luego pones cara de niño bueno. Buscaba el bien individual como deberíamos hacer todos, por mucho panfleto que se quiera rellenar diciendo lo contrario. Su problema fue que perjudicó a demasiados bienes individuales ajenos y creó un bien común en su contra lo suficientemente enrabiado como para tener fuerzas para echarlo. Se ha quedado sin esas fotos con los dirigentes occidentales que tanto le gustaban. Aquellos discursos a su favor de Sarkozy y compañía, basados en el favorecimiento a los intereses occidentales por parte del país, se han acabado. Ahora resulta que nadie lo quería y todos pedían a gritos que se marchara para que hubiera democracia de una vez por todas en ese territorio.

Túnez seguirá llena de muerte. Pero no de una muerte física. Esa se va pronto, pues la materia se acaba desintegrando. Morirán sus calles y sus gentes por mucho que crean ver un principio en su horizonte. Seguirá convirtiendo en presente lo que para otros es pasado hace tiempo, lo que para algunos aún es futuro. Pronto llegarán más dosis de patriotismo absurdo que tratarán de hacer olvidar la libertad de nuevo, que tratarán de excluir la lucha del individuo por su propio bienestar convirtiendo la causa común anterior en una nueva. Les querrán hacer creer que la felicidad es un sueño y que para vivir no hacen falta motivos. Seguirán, ellos y aquéllos que les miran por encima del hombro, orgullosos de vivir dónde viven, de lo afortunados que son en comparación con ellos creyéndose ajenos al problema, inmersos en la complejidad del concepto de vida que han elaborado por ellos y de la difícil puesta en práctica que tiene. Y el tunecino seguirá recuperándose en cualqueir hospial de campaña a la espera de más sedante y de muerte. Después vendrán otros, con más pena que gloria, y seguirán igual ahsta que dentro de unos años la gente vuelva a atar cabos y se harte de buenas palabras y puñaladas traicioneras. Entonces adoptarán un modelo caduco de antaño que no cesa de ponerse parches a sí mismos creyendo que es la salvación y, cuando el paradigma haya cobrado forma material en los territorios dominados por los líderes de esta cursa que algunos viven obsesionados con correr, Túnez seguirá rezagada como otros tantos y su crisis seguirá siendo la misma pero más disfrazada en este carnaval permanente en el que le ha tocado vivir.

Cuando se agrandó la causa individual colectivizándola nació el problema y ahora todo se ha complicado con interconexiones, globalidad, grandezas y delirios obsesivos que unidos llevan a la conclusión de que ha habido algún error en el camino. . Al fin y al cabo, la base de un humano sigue siendo la misma. Tu patria no deja de ser aquello que le da sentido a tu vida, normalmente el hecho de poder mover, en medio de la noche, el dedo gordo del pie para poder rozar esa parcela material de calor que está soñando con hacer exactamente lo mismo, y al abrir los ojos, al despertar, encontrar sus pupilas clavadas en las tuyas prediciendo el momento en el que tus ojos iban a decidir abrirse, como si ese hecho marcara el inicio de su día. Sobra todo lo demás.

No hay comentarios: