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domingo, 23 de enero de 2011

CUATRO REFLEXIONES Y MEDIA

Cada palabra se va encogiendo y sus significados se van escondiendo en estanterías mentales en las que se apoyan reflejos reducidos de una parte del mundo al que intentan evocar. Cada imagen se convierte en una espectral figura, en un vano augurio, en un olvido convertido en sueño, en un "tal vez" que mañana o pasado quizás sólo sea un "no cerrado" o un "demasiado incierto para ser verdad". Los sonidos intentan ligarse a otros para susurrarse juntos pero se convierten en berridos interiores que acaban esparcidos por la sangre. Los pretéritos siempre saben redibujar su huella cuando los presentes la quieren borrar. Entonces la realidad se bifurca en realidades próximas y en otras que jamás existirán. Y es que las grandes construcciones a veces se hunden por un fallo mínimo en los pilares de su estructura. El problema no es otro y tampoco esa intención tatuada a fuego que busca reciprocidad por todas partes para seguir siendo el motor del que nazca un impulso que racione tanta voluntad.

Palabras que desaparecen a contraluz y que sólo acechan que, cuando merodear no sea casual, la intencionalidad compartida esté asegurada para siempre en algún lugar, arraigadas a las raíces del mundo, para que toda palabra se siga quedando pequeña y se alimenten los egos de altruista satisfacción bidireccional. Entonces ya no habrán balbuceos inútiles ni pérdidas de tiempo provocadas por la pereza de opinar para cambiar. Sólo habrá silencios que serán comprendidos de una vez por todas y sus matices cerrarán los ojos por amor a la realidad.

1 comentario:

Pilar Abalorios dijo...

Duelen tus palabras olvidadas, mudas y encerradas, duele la pérdida de memoria compartida, apenas una diminuta esperanza en un futuro que acostumbra a llegar demasiado tarde a las citas.

Un saludo