Como si se tratara de la subida de la caverna platónica, la Facultad de Filosofía se erige tras la cuesta que nace en la Plaza Cívica, y con ella, una de sus partes más intrínsecas: el bar, un órgano vital del cuerpo de la facultad, pues es el reflejo más palpable y realista de las gentes que transitan por allí. Es su corazón y se encarga de bombear la sangre que recorre el organismo del edificio, marcando así el tiempo de los movimientos que allí se producen. La Facultad de Filosofía es un lugar que nace del pensamiento y para él vive. Allí no existe el tiempo y ni la prisa y la calma no se pelean por dominar la situación. Sus gentes hablan, dialogan, discuten, siempre ajenas al compás del reloj, como si el espíritu de los antiguos filósofos de la Grecia clásica estuviera allí presente. Ideologías y posturas de todo tipo fluyen entre las mesas que componen tal escenario a su libre albedrío, viéndose rodeadas del entorno idóneo para poder pensar. Se entremezclan, se separan, se diluyen pero siempre fluyen en el ambiente sin pararse un solo momento. Porque si hay un lugar idóneo para pensar es aquel, ajeno a todo límite, donde sólo se impone la supremacía de un Sol del que nacen esa vida sobre la que los estudiantes teorizan y los árboles y el césped que les rodean y que lo bañan todo de un verde intenso. La facultad de Filosofía, como todas las facultades, es un micromundo, pero un micromundo muy particular. Está repleto de una gran variedad de pensamientos, de estilos y de edades, y destaca esa voluntad de manifestar la profundidad de ese pensamiento propio, pues cada persona se empeña en demostrar exteriormente que sus teorías y abstracciones la convierten en única, creando así su propia apariencia exterior, tan diferente y peculiar. En el bar de Filosofía y letras conviven desde el hippie más tranquilo hasta el anarquista más luchador, pasando por toda la variedad de estilos imaginables. Destaca, además, la lucha por conseguir la libertad y el empeño que ponen en intentar lograrla. Por ello es habitual encontrar paredes pintadas, carteles, anuncios, todos ellos en búsqueda de acciones que apelen al libre albedrío. Y fruto también de esa voluntad por actuar libremente, defendiendo los derechos que creen tener, circulan por allí todo tipo de sustancias, predominando especialmente la marihuana y el hachís (símbolo de su rechazo a las leyes vigentes) con la tranquilidad de que allí nadie clavará en quienes optan por consumir drogas sus ojos cargados de prejuicios y de represión. Allí los prejuicios ya se esfumaron hace tiempo, si es que existieron alguna vez, y la libertad fluye libre, sin barreras ni cadenas.
1 comentario:
Gran texto =)
¡Nos vemos!
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