Abro la primera página de “¿Dónde estás, Guevara?” con el escepticismo de quien ha dudado realmente si la elección de este libro es la adecuada, duda surgida después de una fértil mezcla de prejuicios y cuestiones varias. En primer lugar, porque el riesgo de analizar, comentar o criticar el trabajo de alguien que tiene el poder de aprobarte o suspenderte nunca es tarea fácil. Sin embargo, también la idea de poder profundizar en el trabajo de alguien que después habrá de profundizar en el tuyo es seductora a la par que justa, pues un pequeño intercambio de posición y de rol siempre atrae, por muy poca relevancia que este tenga a la hora de la verdad, ya que la maza está en una tarima inalcanzable para mi antojo. En segundo lugar, porque he tratado de huir siempre de las fáciles idolatrías a las que almas que vagan huecas por el mundo someten a según qué personajes para rellenar su profundo vacío con lo que a ellos les rebosa o rebosó (facilidad con las mujeres, éxitos, asombrosa belleza, carisma y derivados) y conseguir, así, la ayuda necesaria para saciar la necesidad de ser felices con la abstracción que esa adoración a según qué personajes les otorga. La figura del Ché Guevara, en especial, siempre me ha producido una sensación extraña que causaba en mí rechazo, pues muchos son los que hoy en día deciden llevar su rostro en su camiseta o colgarlo en un póster sin conocer apenas su historia. Es por ello que al leer el título de este libro uno se espera que, como mínimo, haya algo de guevarismo o ciertas influencias del Ché, ya sean ideológicas o vitales, en estas páginas. La lógica me dice que quien decidió engendrar esta obra estaba lo suficientemente preparado como para controlar ese aspecto a la hora de dejar brotar de su bolígrafo las palabras que la componen, por lo que trato de darle una oportunidad y adentrarme, de una vez por todas, en su lectura.
Empiezo a hojear y, en encontrarme apenas en el inicio del primer capítulo, me atrae la citación de un fragmento que Ernesto Guevara escribió en sus Notas de viaje, del que especialmente destacaría la siguiente selección:
“El personaje que escribió estas notas murió al pisar de nuevo tierra argentina. El que las ordena y pule, "yo", no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior. Este vagar sin rumbo por nuestra "Mayúscula América" me ha cambiado más de lo que creí.”
Fue un fragmento que nació después de la experiencia vivida tras el primer gran viaje que el Ché realizó por Latinoamérica y deduzco que es lo que el autor desearía poder escribir, cambiando ciertas obviedades, tras finalizar su viaje por Cuba, con lo que se empiezan a percibir determinados aspectos que dejan de permitir calificar este libro como uno más de la reciclada figura del Ché Guevara.
Avanzo en la lectura y percibo la simpleza formal de la que Santiago Tejedor dota a las frases que componen sus párrafos, de los que emana el asombro por el quién y el dónde al que refieren constantemente, y que ayudan de forma evidente a hacer de este libro una obra amena y agradable que desliza al lector por llanos caminos asfaltados por un Tejedor que se propone conocer a la persona que hay detrás del mito, a Ernesto Guevara, y todo lo que lo rodeó durante su vida. Con el pretexto de empezar hablando de cómo fue la búsqueda de su cadáver, el autor arrastra al que se adentra en sus líneas a una encuentro con la persona, incluso a la búsqueda de la semilla que éste dejó en el pueblo cubano y en sus seguidores y admiradores y a la propia semilla que el Ché dejó en el mismo autor. Es por ello que aparecen en mí la sensatez y la coherencia y me olvido de la idea de que éste sea un libro más del polifacético argentino-cubano, pues si bien la prosa de la que ha sido protagonista es innumerable, no es tan común el analizar de una forma tan profunda e insistente su verdadero yo, su mundo interior, algo fundamental en las personas y que se acaba perdiendo con el tiempo enterrado bajo la manifestación en forma de obras y de actos que deja. Es éste otro punto de atracción importante del libro. Es una obra que no sólo está centrada en la figura del Ché Guevara, sino que no se olvida de su entorno, de la isla de Cuba de la que Tejedor se enamora prácticamente al instante y a la que describe con un cuidado y una pulcritud admirables, recreando la reciprocidad de la relación personaje-entorno realmente bien.
Es por ello que “¿Dónde estás, Guevara”, desconociendo su relevancia en el panorama editorial y su aceptación respecto a los otros muchos libros que hay sobre el protagonista, es un libro que merece la pena ser leído, pues toda página que tenga la capacidad de sorprender y aportar algo valioso y diferente al lector lo es y, evidentemente, es un requisito que las páginas que componen esta lectura cumplen.
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