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lunes, 27 de septiembre de 2010

6- NO SE ENCONTRÓ LA PÁGINA

Se deshace una nube y la siguen las demás, como si de una moda se tratase. El sol brilla tanto como siempre, con la diferencia de que no encuentran sus rayos en el camino obstáculo alguno que impida su penetración criminal en cenizas de cerebro ajeno. Lo que para cualquier moribundo vividor de la poesía sería un idílico paisaje dominical se convierte para nosotros, víctimas de la insipidez serena de los domingos, en un torbellino de ideas revolucionarias y, con ellas, el consecuente sentimiento nacido de la auto-represión de éstas aparece. La evasión como punto final es la clave que determina la criminiladidad del asunto. Con los años, al parecer, cuando la importancia de esa evasión disminuye al haber aumentado nuestros cauces, dicen se hace innecesario echar mano de ella para creer en el presente y no ver su abrumadora niebla, repleta de desengaño. La podredumbre de los domingos burgueses bañados de absurdo conformismo me agobia siendo tan sólo una idea, un augurio. Aún así, sería ridículo renegar de su poder curativo, aunque a día de hoy tan sólo podamos sentir el taladrante penetrar de esos rayos de sol que insisten en ser percibidos, y el chamuscar continuo que provocan en nuestras neuronas, asediadas durante demasiados días como para oponer la resistencia mínima que a otrora hubieran impuesto. Las que sobrevivan llorarán la pérdida de sus compañeras de lucha mientras acumularán sus cadáveres y los apilarán en cualquier rincón, y serán condecoradas por su valor durante esta guerra sin pies ni cabeza llamada juventud. La aplastante presencia del cielo y su repentina nitidez al caer de nuevo en la acuchillante monotonía hacen que me sienta como una mota de polvo, más aún cuando tenga que enfrentarme a él y sus dictatoriales mandamientos con cien mil heridas abiertas y poco predispuestas a cicatrizar. Mientras el sucumbir se va acentuando, te abrazan otros desterrados de la vida como tú que cargan en sus brazos la desidia del suicida y te conciencian de que el hundimiento del imperio es un hecho a día de hoy, y con todo en ruinas salen a flote viejas reliquias de otros tiempos que creía enterradas. Esas reliquias me llevan a recordar otras crisis. En esas ocasiones también parecía que los daños eran irreparables. Aún así, la mente y el corazón siempre hacen un pacto ilícito para anularse mutuamente cuando la situación sobrepasa los límites de puteamiento moral aceptados por el propio ego. Supongo que sólo así pude sobrevivir antes, y supongo que sólo así podré hacerlo ahora.

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