A veces la mágica soledad de la noche se ve interrumpida por lo inesperado, que adopta formas hasta el momento desconocidas para penetrar directamente en el cerebro y desencadenar una serie de procesos cuyo final acaba siempre siendo el mismo, y se manifiesta de igual forma en todos los casos a través de la descomposición de toda parte del rostro que nos representa en el mundo exterior. Hace apenas una hora empezaba a correr un rumor a través de los medios estadounidenses, que se expandiría, en el enclave de un fenómeno habitual ya en estos tiempos, a través de las redes sociales y que quedaría acreditado cuando ha sido confirmando definitivamente por el presidente de los Estados Unidos. Osama Bin Laden ha sido asesinado.
Estados Unidos es un país que tiene especial inclinación por crear un enemigo común para toda su población en quien poder volcar todo odio, incredulidad y desamparo, hecho que íntrinsecamente va acompañado de una expansión de esos sentimientos hasta convertirlos en comunes en todo el mundo. Una prueba de ello está siendo la celebración, que a nivel personal considero inútil y ridícula, de la muerte del terrorista islámico por parte de la población, más propia de la celebración de un título deportivo. Aunque entiendo que el dolor que provocó en ellos y en su orgullo el atentado que tuvo lugar años atrás es un factor importante e influyente. Pero más allá de eso, la obcecada campaña para capturar al enemigo público número 1 de todo americano ha sido efectuada con éxito finalmente, y podrá cicatrizar ahora la herida que el pueblo tenía aún abierta, gracias también a la evaporación del miedo que les producía que el silencio que mantenía últimamente pudiera significar la preparación de algún nuevo atentado.
Más allá de ese sentimiento propio de los momentos posteriores e inmediatos a la noticia, no acabo de ver en su muerte un hecho positivo. La misma capacidad de liderazgo que hizo que Bin Laden formara un ejército para su inútil causa con éxito, era una cierta garantía de un savoir-faire que comportaba un planteamiento y un análisis absolutos de cada acto, que a su vez permitían ver una cierta racionalidad en lo que hacía. Sin embargo, su muerte significará la llegada de un nuevo líder cuya identidad está por saber, a causa de las bajas que la banda terrorista ha sufrido recientemente entre aquéllos que deberían haber ocupado el cargo del ahora fallecido. Ese hecho puede comportar la voluntad de demostrar, a toda costa, que la banda sigue viva y que tiene fuerzas para estarlo mucho tiempo, y de querer empezar a construir un nuevo legado. Por otro lado, su muerte carece parcialmente de valor práctico, pues pertenecía a una corriente del islam en la que poco importa la vida de quienes la forman siempre que mueran por una causa que no concibe las identidades de sus creyentes más allá de su papel como alimento ideológico.
3 comentarios:
La muerte del mostruo que metió en miedo en casa, supongo que de algún modo eso es lo que celebran. Quizás sea el principio de un cambio, quizás.
Yo creo que en la práctica poco cambiará, pero bueno, no deja de ser una buena noticia que haya caído.
Interesante tu forma de ver la vida. Un tema demasiado enigmático como para dejar de reflexionar sobre él. ¿Realmente ha muerto Bin Laden? ¿Se limitarían a lanzar el cadáver al mar del enemigo en mayúsculas de Estados Unidos? Probablemente el terrorismo ligado al islamismo lo inventaron los americanos, probablemente.
Como probablemente los lobbies yankis se encargaron del 11-S para legitimarse una nueva intervención armada.
La función de "guardián del mundo" de esta gente nos está pasando factura. Juegan con el miedo y la ignorancia y están ganando la batalla a la libertad.
Un saludo.
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